Un día a principios de noviembre de 2001, en una ladera al sur de Jalalabad, Afganistán, Osama bin Laden se despidió de tres de sus hijos. A la sombra de un olivo, entregó a cada muchacho un misbaha -un juego de cuentas de oración que simbolizaba los 99 nombres de Dios en árabe clásico- y les ordenó que mantuvieran la fe. "Era como si sacáramos nuestros hígados y los dejáramos allí", recordó uno de sus hijos. Después de su permiso, Bin Laden desapareció en las montañas, con destino a un reducto conocido como "La Cueva Negra", en Tora Bora.
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