Conspiró contra su cuñado, el rey de Dinamarca, para conseguir que Hitler tomara el poder. Los daneses jamás se lo perdonaron. Cuando la princesa Helena regresó a Dinamarca en 1949, notó que todo había cambiado. Apenas desembarcó en Copenhague, la princesa pudo sentir el desprecio popular hacia ella y el vacío generado por las autoridades gubernamentales y cortesanas. Hacía nueve años que había abandonado Dinamarca pero nadie la había olvidado. Helena de Schleswig-Holstein (1888-1962) volvió ese año para despedirse de su agonizante marido.
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