A mediados de mayo recibí mi primera exégesis dermatológica de la temporada: “Joder, pero qué blanca estás”. Esta apreciación y otras similares se extienden a lo largo del verano: “En Madrid no tenéis sol o qué”, “pareces una guiri”, “transparentas”, “eres reflectante” o mi favorito “parece que estés enferma”. La suya es una labor social notable: la de recordarte cada nueve meses que tienes un tono de piel blanco nacarino cuando llevas décadas conviviendo con el mismo.
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