La idea es aprovechar los residuos biodegradables de la agricultura y la ganadería para producir energía renovable y fertilizantes para el campo a la vez que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Es decir, transformar lodos, estiércol, purines, restos de cosechas y de alimentos en electricidad y calor, evitando quemar combustibles fósiles y obteniendo un abono con lo que sobre. Ese plan perfecto que plantean las plantas de biogás parece haber despegado en Europa.
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