Hace ya tiempo que los flotadores que nos poníamos los niños de hace 30 años dejaron de ser considerados seguros. Fueron mayoritariamente sustituidos por los manguitos, que sujetados a los antebrazos, disminuían el peligro de que el niño acabara del revés en el flotador, con las piernas hacia arriba y la cabeza sumergida en el agua.
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