Un estudio publicado en « Monthly Notices of the Royal Astronomical Society» apunta a que, en realidad, este cuerpo tan solo sobrevoló nuestras cabezas. Se trataría de un gran asteroide de hierro que ingresó en la atmósfera terrestre a una altitud relativamente baja para luego volver a salir de ella, no sin antes crear una onda de choque que devastó parte de nuestra superficie.
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