«La década de los setenta fue una época que estuvo bien. No había problemas muy graves. Luego, cuando Ceaucescu, que al principio había hecho cosas buenas, se puso a devolver toda la deuda externa la gente sufrió mucho. Recuerdo a mi madre yendo a comprar el único kilo de azúcar que le correspondía, uno para cada familia, o un litro de aceite, y había peleas. Cantidad de gente enfrente de la tienda, haciendo colas. Nunca llegaba. «Tiene usted que volver mañana». Así días y días. Luego, cuando firmé con el Steaua mi familia fue privilegiada...»
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