Cuando el pasado abril los técnicos del Departamento de Licencias del estado de Michigan levantaron la cubierta del ataúd, se toparon con un manto de moho blanco que cubría aquel cadáver, que empezaba a tornarse verduzco. Había permanecido cuatro meses allí olvidado, en la funeraria Cantrell Home de Detroit, donde vive la belleza, según rezaba su eslogan. Aquella inspección llevó a la clausura del negocio, después de encontrar una veintena de cuerpos, varios de ellos descompuestos, a la espera de ser enterrados o devueltos a sus parientes.
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