No sé si queda calar mi postura, pero maldigo a aquellos personajes que fusilaban, mataban, robaban, mataban para robar, y torturaban en siniestras comisarías a los estudiantes, a los obreros, a los intelectuales. Cobardes, asesinos y ladrones. Eso fueron. Y debemos incluir en esta condena de la rabia a los jueces que con sus togas siguieron los dictados Franco y sus secuaces, condenando a muerte a miles de españoles inocentes en juicios sumarísimos sin la menor posibilidad de defensa y sin escuchar siquiera su palabra.
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