El retratista judío Henryk Ross logró documentar a escondidas el gueto de Lódz, el segundo más poblado, con 160.000 reclusos, y el primero erigido por los nazis. Enterró los negativos para escamotearlos y regresó a por ellos tras la liberación de la zona en 1944: 3.000 imágenes se habían conservado.
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