Investigadores europeos están desarrollando un instrumento miniaturizado que podría medir con precisión el dióxido de carbono procedente de las ciudades y de las centrales de energía. Si funciona, desde finales de la década de 2020 volaría a bordo de una constelación de pequeños satélites para seguir día a día las fluctuaciones de las emisiones de gases de invernadero.
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