En el confinamiento severo aprendimos que no era lo mismo encerrarse en un piso de 30 metros sin balcón con toda tu familia que en un chalet de 200 metros con jardín y con la desescalada llegaron los VIPS que exhibían el lujo de poder bailar sin mascarilla pagándose pruebas PCR antes de sus fiestas. También los que, directamente, montaban por el módico precio de 40.000 euros fiestas privadas en villas de Ibiza mientras las discotecas estaban cerradas. Ahora, cuando la segunda oleada amenaza nuestra estabilidad mental y la afrontamos más decaído
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