«En ese momento llegó el rector de la parroquia, quien comenzó a gritarme que no podía estar allí porque era una delincuente, una ladrona con antecedentes y que había estado en la cárcel. No dejaba de gritar que en su iglesia no quería a nadie con antecedentes», señala la feligresa, la mujer destaca que muchas de las acusaciones que lanzó el sacerdote formaban parte de vivencias personales que ella le había contado previamente bajo secreto de confesión.
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