La empresa que gestiona el agua de Sao Paulo afirma que, si no aumentan las lluvias, los paulistas tendrán el suministro cortado cinco días por semana. Las consecuencias de un desabastecimiento son imprevisibles no sólo para los 20 millones de habitantes del Gran Sao Paulo, sino para el polo industrial más importante de Brasil. Desde que, hace un año, Sao Paulo viviera su verano más cálido y seco desde que alcanza la memoria, la sequía ha sido un fantasma que el gobernador Alckmin, en un año electoral, prefirió ignorar.
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