Imaginemos que una potencia extranjera destina dinero, expertos y equipo para capacitar a activistas para subvertir el orden político de otro país. Esa violación al derecho internacional y a la Carta de las Naciones Unidas ha sido la norma del Gobierno de EEUU, que aporta recursos, entrena mercenarios y espía a Cuba desde hace más de medio siglo. Aunque la disidencia cubana se dice demócrata y libertaria, en realidad es una red mercenaria que en el interior de su propio país lucha ferozmente por los fondos del Gobierno estadounidense.
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