Cuando los humanos tienen que alimentar a leones, cocodrilos, cebras… casi nadie pone en duda que debe hacerse intentado buscar la máxima coherencia evolutiva posible. Los expertos encargados de decidir su alimentación evalúan e interpretan con sencillez y claridad el corpus de conocimiento disponible y actúan con sensatez en base a los datos sobre biología, evolución y nutrición que conocemos. Sin embargo, cuando se trata de los humanos, parecen extrañamente cegados.
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