La discrepancia es legítima, y más en una ley delicada como esta. Bienvenidas sean las dudas, reparos, discusiones, alternativas, rechazos y acciones democráticas para impedirla o modificarla. Y la discrepancia no vale menos porque venga desde planteamientos religiosos, allá cada uno con su moral. Lo que no trago es el campeonato de cretineces que se nos viene encima. No lo trago, porque la discusión sobre la eutanasia no es inocua, al contrario: el retraso de años en esta ley causa mucho dolor, mucho sufrimiento
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