"La primera vez que fui a ver a Carlos al centro penitenciario de Aranjuez me invadió una profunda sensación de aislamiento y soledad”. Su rutina consistía en salir en dar paseos por el patio con sus compañeros, jugar al dominó, tomar clases de inglés, ver la televisión y contestar todas las cartas que le llegan a prisión: “Una media de 26 por semana. Incluso ahora, después de nueve meses en prisión”, cuenta Esther con orgullo.
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