La disputa del sufrimiento se ha convertido en la principal lucha de poder, de uno a otro extremo del arco político: de los hombres ‘perseguidos’ por el feminismo a los ‘exiliados’ del Procés pasando por los ’secuestrados’ por una huelga o los cómicos y periodistas que sufren ’linchamientos’ digitales, todos quieren cimentar su legitimidad pertrechados en la autoridad moral de la víctima. Bienvenidos a la dictadura de las plañideras
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