"Tenía barba de muchas noches en vela y las manos sucias. No sé si tostadas o ennegrecidas. Apuraba otro café de campaña. Marcas negras en la cara. El uniforme descolorido, desposeído de su antiguo brío. Y una brecha de sangre en el brazo, fugaz, tan anónima como una nube en el horizonte. Había visto morir a muchos hombres. De cerca. Muertos entre tormentos, sus cuerpos desgarrados por la metralla. Ese horrible olor durante el pitido sordo en los oídos". Artículo de Opinión de Itxu Díaz.
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