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«¡Es la libertad, carajo!»

«¡Es la libertad, carajo!»

Teníamos un profesor de Música que te hacía salir a la tarima y cantar la escala. Si desafinabas, te soltaba una bofetada, que se repetía si uno persistía en el desentono. El canónigo aquel argumentaba que tenías la libertad de evitar la cachetada si entonabas correctamente. Así se aprende a la fuerza con qué facilidad se pueden prostituir las palabras y los conceptos.

| etiquetas: libertad , carajo , milei , neolengua , fascismo

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