Se cumplieron 150 años del nacimiento del compositor. Un precursor, iconoclasta de la música de su tiempo y, ante todo, un excéntrico como pocos. Cuando Erik Satie falleció, en julio de 1925, por fin alguien pudo entrar en su diminuta habitación de Arcueil (Francia). Por veintisiete años nadie la había pisado, además de él. ¿Qué vieron? El siguiente caos: Ahí estaban sus cien paraguas amontonados, también sus dos pianos (uno sobre otro y con los pedales interconectados); las telas de araña, el polvo y la humedad habían pegoteado muchos papeles.
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