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La envidia como una de las bellas artes

1886. El estado de Nueva York acaba de ejecutar penosamente en la horca a Roxialana Druse, una infeliz sin demasiadas luces y con las suficientes sombras como para matar a su marido, descuartizarlo, quemar los restos y deshacerse de los pocos huesos que sobrevivieron al fuego. Frente al patíbulo, no cabe un periodista más para la ceremonia. Hace cuatro décadas que no se ejecuta a una mujer en la ciudad. Pero ninguno esperaba una función tan agónica: más de quince minutos para morir con el cuello roto.

| etiquetas: envidia , genialidad , historia , personajes

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