“Por nada en el mundo repetiría este viaje. Todas estas humillaciones no son dignas de un ser humano”, dice llorando Ibrahim Soumahoro, un migrante marfileño de 20 años, mientras se enjuga las lágrimas. Después recorrer el infierno libio y perder a su mejor amigo, Mohamed Dosso, en el Mediterráneo, Soumahoro terminó en Briançon, una ciudad de los Alpes franceses, a pocos kilómetros de la frontera con Italia. Soumahoro va vestido con pantalón vaquero y suéter con capucha, como cualquier joven de su edad, pero él ha visto demasiados horrores…
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