Hace tiempo que pretendemos vivir como si Vox no existiera. O como si fuera algo grotesco, un florecimiento nacionalista castizo y con tufo a sacristía a medio camino entre Buñuel y el Marqués de Leguineche (ya saben, de cuando el gran Sazatornil y La escopeta nacional). Por eso casi todos sabemos cómo se llaman los dirigentes de partidos con apenas representación en el Parlament, y pocos el nombre del portavoz de Vox (un partido con más escaños que los comunes y la CUP).
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