El 19 de enero de 1991, el Real Madrid iba empatando a uno en el Camp Nou. En el minuto 62, el barcelonista Eusebio centró al área desde la derecha, Jaro no llegó a despejar el balón y fue peinado por un rival. El rechace le llegó a Spasic en unas condiciones idóneas para ser despejado. Estaba solo, en el área pequeña, una acción aparentemente sencilla. Pero encogió su alargada anatomía y, en un movimiento tan lento como extraño, impactó con su frente la pelota. No fue un despeje. Fue un remate. Un gol en propia puerta. Un gol a su carrera.
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