El Gobierno de España se está moviendo en una senda inestable desde que comenzaron los ataques de Israel en la franja de Gaza. Tan pronto pide un alto el fuego o se compromete a reconocer el Estado palestino, como vota en contra de suspender las relaciones con Israel. Pero, sin duda, el ejercicio de contorsionismo más complicado es el de condenar la ofensiva israelí, a la vez que sigue haciendo negocios armamentísticos con empresas de este país.
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