El asesor debió decirle a la pupila que se bajase al barro para refocilarse en lo más bajo y ella cumplió el papel fielmente como una alumna disciplinada. “No sé cuál es el día del hombre para hablar de todo esto”, espetó la jefa del Ejecutivo regional, probablemente sin caer en la cuenta de que estaba haciendo un espantoso ridículo internacional. Un día del hombre. Un día del macho ibérico. Un día de exaltación de la masculinidad, la testosterona y el par de huevos. Y se quedó tan pancha.
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