La nevada fue importante. El viento azota a las ventanas y las mujeres mueven los visillos para ver la calle, los remolinos de nieve que levantan las torvas. «Está malísimo», repiten, pero en ese momento suena un claxon: «¡El panadero!», dicen alborazadas, conscientes de que se ha vuelto a cumplir el viejo dicho de que «un pueblo está aislado cuando no llega el panadero». En medio del ciclón Helena los panaderos leoneses siguieron llegando hasta el último pueblo de la provincia, en muchos casos para una venta exigua pues están casi vacíos.
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