Sin embargo, en esto en Barcelona, como siempre, somos unos adelantados. Si ya hace unos años que nuestra ciudad se presenta como el mejor y más avanzado laboratorio de prácticas urbanas neoliberales, en esto de la felicidad estamos también a la última y hemos llegado a la conclusión de que ni Dios ni la Iglesia son los últimos responsables. No, se trata, atención, de la innovación...
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