Diego Maradona murió el mismo día que Fidel Castro, cuatro años después. Fue la última coincidencia de una amistad que duró más de tres décadas. Maradona se refería a Fidel como “un segundo padre”, y fue en Cuba donde eligió instalarse para realizar su rehabilitación en el 2000. Diego fue y volvió durante cinco años. Ese fue el punto de inflexión en un vínculo que cuenta una historia más grande: la de Maradona con las figuras del poder latinoamericano y su compromiso con la izquierda continental.
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