El 23 de febrero de 1981 se volvió a reproducir por tanto el viejo hábito en forma de una esperpéntica toma del Congreso escenificada por efectivos de la Guardia Civil pertenecientes en su mayoría al subsector de Tráfico, que entraron en el Congreso movilizadas a la fuerza y capitaneadas por un coronel del cuerpo con el tricornio encasquetado en la cabeza, el bigote tieso y la pistola en la mano, llamado Antonio Tejero Molina. Tejero era en realidad el tonto útil que serviría de escudo a los verdaderos cerebros de la trama.
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