Cada vez que algún estudiante de periodismo me cuenta sus esperanzas profesionales, no puedo reprimir una mueca de compasión y desconsuelo. Vista la degradación del runrún comunicativo. Cómo explicarles que la honestidad profesional se paga con la precariedad y con la indiferencia. Cómo decirles que los que llegan a todo lo alto, los escultores de la opinión pública, los propietarios de todas las pantallas, son aquellos que todavía hoy siguen día tras día matando a García Márquez.
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