No recuerdo exactamente cuándo me hice socio de Amnistía Internacional, aunque sé que en el año 90 ya lo era. Lo que sí recuerdo perfectamente es por qué me afilié. La decisión se apoyó en dos pilares fundamentales. El primero era la defensa de los derechos humanos, una causa con la que siempre me he sentido comprometido. El segundo era el rigor. AI me parecía una organización seria, que hacía todo lo posible para impedir que los sesgos ideológicos contaminasen sus informes. Para mí eso era importante por dos motivos...
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