"Un hombre, un voto", dice al adagio democrático. No hay ricos ni pobres ante la urna, todos valemos lo mismo, ¿verdad? Pues resulta que no es tan sencillo. Pasado por el filtro de su código postal, un hombre puede ser menos que un voto. Puede ser medio voto, o menos aún. Lo sabemos ya: los pobres votan menos. Muchos no lo entienden. Se extrañan de que los de abajo no acudan al lugar donde no se pregunta por la renta. "A pesar de la desigualdad, que debería empujarlos a exigir soluciones, votan menos.
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