¿Existe un grave deterioro del debate político, de la vida parlamentaria, que divorcia a los representantes de sus representados en una situación de crisis sanitaria, económica y social? ¿Es una situación inédita? y ¿quién o quiénes son los responsables? De todas las preguntas la última es la que más unanimidades suscita: los que crispan son los otros. Nadie se reconoce en la autoría de un ambiente cada vez más degradado, a lo sumo, sólo, y un poco, como un acto en defensa propia.
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