Desde hace décadas se ha intentado resucitar el diseño de reactores para su uso más allá de la órbita baja. Estos sistemas podrían servir para suministrar energía a sistemas de propulsión eléctrica (con motores iónicos o de plasma) que impulsen remolcadores orbitales o sondas al sistema solar exterior, o incluso para abastecer bases tripuladas en la Luna o Marte. A principios de este siglo Estados Unidos volvió a intentar introducir esta tecnología de la mano del proyecto Prometeo, pero sin éxito.
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