Los seres humanos nos diferenciamos unos de otros en multitud de formas, y como tal, nuestras preferencias varían en cuanto a música, alimentación o aprendizaje, por ejemplo. Como resultado, a muchos estudiantes, padres, profesores, administradores e incluso investigadores les parece intuitivamente correcto decir que como las personas prefieren aprender de forma visual, auditiva, cinestética u otras, deberíamos adaptar la enseñanza, situaciones y recursos educativos a estas preferencias ¿Es esto un problema? La respuesta es un rotundo ¡Sí!
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