El 9 de septiembre, se dio una situación extraña que, al menos yo y millones de filipinos, nunca habíamos visto: los ataúdes del exdictador y su madre se reunieron en un sólo velorio que se llevó a cabo en la universidad Mariano Marcos -nombrada así en honor del padre de Ferdinand-. Los Marcos cumplían así otra de las voluntades del exgobernante: esperar a su regreso para sepultar a su made. Y finalmente, un día después terminaba el ir y venir para los restos de doña Josefa, que recibió cristiana sepultura en el lote familiar del cementerio
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