En 2011, Juan Carlos I, en uno de sus tradicionales discursos de Navidad, mostraba su preocupación por el comportamiento de las personas con responsabilidades públicas a las que exigía ejemplaridad. Y no era un mensaje nuevo. Ya lo había dicho en 1994. Ese año, Juan Carlos I, en otra Navidad, recordaba a los españoles que la ley era igual para todos, hombres y mujeres, tanto si ejercían actividades privadas como públicas. Y un año después, en 1995, anunciaba que la corrupción no iba a prevalecer en la democracia española.
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