En un día de enero de 1865, durante trayecto de la linea regular ferroviaria Carnforth-Liverpool, la calma del viaje salta por los aires cuando la risa desquiciada de un hombre armado que se mueve con pasos erráticos y que parece estar fuera de control ataca a los asustados viajeros. Pero en Lancaster, que era la siguiente parada, el hombre cambia de repente se calma y vuelve a serenarse. Pero a la que el tren comienza a rodar de nuevo, vuelve a su agresión. El movimiento del tren se convierte en el único medio para medir su comportamiento
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