No es que la orden sea el silencio. Es que nos enseñan a temer a las palabras, a las consecuencias –pocas veces provechosas- de nuestra queja u opinión. Nos hemos acostumbrado a que sea más rentable autocensurar un comentario que educarnos en el pensamiento crítico. Cada vez me encuentro con más personas que optan por no hacer pública su opinión por miedo a la reacción de la masa. En los últimos meses he asistido a más linchamientos en redes sociales que en toda la filmografía wéstern junta. No nos gusta la disidencia.
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