Podríamos llamar corruptores activos a los que, con su actitud, promueven la corrupción, y corruptos pasivos, a aquellos que, al recibir las propuestas de los corruptores activos, se pliegan a las mismas. Lo que sí podemos afirmar sin lugar a dudas es que no hay corrupción si no hay un corrupto que se deja corromper y un corruptor que le propone corromperse, o, en el peor de los casos, dos corruptos que se ponen de acuerdo.
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