Repite dos palabras: "Terrorismo" y "Rusia". Del primer término asegura que no se trata de una amenaza existencial; quizá es más relevante mirar a quién lo sostiene, "especialmente en el mundo salafista". Sobre el segundo, mira con temor los movimientos entre Washington y Moscú, en una tensión creciente que termina por salpicar a terceros países. Entre ellos, España. Los últimos acontecimientos con la crisis catalana - y el cruce de acusaciones sobre una supuesta injerencia rusa- son la prueba de ello.
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