Los jueces basan su condena en el testimonio de la terapeuta, a quien la menor reveló que su padre la hacía "estar triste", y en los dos "muñecos" que le pintó más tarde, uno de los cuales, el que representaba a su progenitor, tenía las manos sobre los genitales del segundo, que era "ella misma", un documento gráfico que el tribunal considera "demoledor y estremecedor".
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