El cambio sustancial sobre la consideración del problema acústico en las iglesias se produciría en la segunda mitad del siglo XVI, condicionado por las determinaciones del Concilio de Trento y por la importancia que éste concedió a la predicación, como instrumento al servicio de la Contrarreforrna, lo cual, en palabras de Ackerman, «estimulaba la búsqueda de un diseño acústico efectivo».
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