Hoy en día para muchos de los trabajadores el concepto de 48 horas seguidas sin actividad laboral es un anacronismo. Trabajadores -y empleadores- deben recordar el motivo por el que sus antepasados lucharon (e incluso murieron). Tomarse un fin de semana no debería ser un acto de rebelión que pudiera alterar una de nuestras profundas creencias, el valor del trabajo. Necesitamos reimaginar una semana en la que el tiempo libre se considere un valor tan sagrado como el trabajo.
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