Gobierno y Ayuntamiento equivocarían si leyeran los hechos de ayer superficialmente, como si sólo se tratara de la expresión radicalizada del descontento de determinados colectivos. Y más aún si lo quisieran asumir como un problema de orden público. El mapa de estas manifestaciones parece demasiado a la geografía de las desigualdades y las injusticias que están rompiendo Barcelona para no ver el síntoma de un profundo malestar social. Ya no se trata sólo del conflicto de Can Vies, de la reivindicación de la Armonía o de temas puntuales.
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