Trump y Bolsonaro, crean una brutal brecha social sin rehuir el conflicto pero presentándolo siempre como un ataque del que son víctimas, conducido por un enemigo difuso que se atreve a contradecir sus políticas, percibidas por sus fieles como lo natural, lo único, sensato y razonable, mientras que las de los opositores se guían por una suerte de mezquindad ideológica que pretende acabar con el país y sus buenas y laboriosas gentes.
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