El alma del hombre moderno está comprometida. Nos creemos seres liberados de toda atadura, firmes detractores de un destino preconcebido, fieles seguidores de las bondades del libre albedrío y soberanos de las decisiones tomadas. No obstante, no hay nada más alejado de la realidad. Sin darnos cuenta, como el títere sometido a la fuerza que ejercen sobre él sus ligaduras casi imperceptibles, bailamos al son de una melodía tan sutil e hipnotizadora que nos tiene hechizados por completo. Ésta irradia unas vibraciones que delinean los muros de una
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